El último artículo de ‘Memorias de un confinado’ se realiza fuera del Estado de Alarma, pero quiero que sirva como desenlace a este ciclo de artículos-memorias que hoy pone punto final a esta larga experiencia que tuvo su inicio en el periodo del confinamiento. ‘Prolegómenos’, ‘Gamer por Casualidad’, ‘Musiqueando with Spotify’ y ‘Un verano anormal’ son los anteriores artículos-reflexiones que he ido escribiendo semana tras semana y hoy pondré la guinda a este pastel llamado ‘Memorias de un Confinado’ con: ‘La grata revelación final’. Espero que sea de vuestro agrado y que no tenga que volver a escribir sobre este tipo de reflexiones para hacer un Memorias de un confinado 2.0., eso será señal de que en España habremos dejado atrás el Coronavirus.
El tema que abordo en este último ‘Memorias’ viene relacionado con una grata noticia que me contó un viejo amigo y excompañero de Universidad el pasado 10 de junio. El acontecimiento trataba sobre la reapertura del gimnasio en el que estoy apuntado. Un lugar que llevaba meses cerrado a causa del confinamiento y el Estado de Alarma pero que finalmente volvió a su actividad el día 11 tras decretarse en días anteriores la fase tres en el País Vasco, donde resido. Es cierto, que con anterioridad se podía ejercitar en plena calle haciendo footing además de que en la fase 2 ya se podían encontrar gimnasios habilitados en los que se permitía la asistencia mediante cita previa y con limitaciones de aforo dentro de sus instalaciones, PERO en el mío situado en el Campus de la UPV/EHU de Leioa no se podía acudir hasta la fecha que menciono en líneas superiores y hasta que no se ha podido asistir, he permanecido ‘enclaustrado’ en casa esperando a su futura reapertura.
Desde que comencé hace unos cuantos años en ese mismo gimnasio, mi fidelidad a ellos ha sido incondicional puesto que es un lugar cómodo y acogedor en el que la cercanía que transmiten sus monitores más las grandes instalaciones que tienen eran motivos más que suficientes como para permanecer ahí una vez finalizados los estudios de Periodismo el pasado año. Sólo le pongo una pega, que para desplazarme tenga que utilizar el transporte público o privado, de todas formas, siempre he dicho que cuando te encuentras bien en un sitio, ¿para qué cambiar de lugar? Antes de retornar al gimnasio para retomar los ejercicios habituales, opté por pesarme en la WII Balance Board que tengo en mi casa porque la curiosidad de saber cuánto había engordado en estos meses estaba presente. Nada más utilizar este aparato para pesarme descubrí que engordé casi 6kg. Para unos serán muy ‘poquitos’ kilos dentro de la situación en la que nos hemos encontrado, para otros, toda una barbaridad. Si hay algo que tengo claro es que nunca lloverá a gusto de todos, aunque a mi modo de verlo opto más por la segunda opción.
La semana del día 15 fue acudí a mi gimnasio de cabecera con unas inmensas ganas de recuperar el tiempo perdido y también con la intención de bajar esos kilos ganados que pesan y mucho. Es lo que tiene haber estado todo el confinamiento: comiendo en exceso, la falta de movimiento en forma de paseos y en todo este periodo además por la ausencia de ejercicio físico en mi vida porque escribir artículos y jugar a la consola precisamente no fortalecen al cuerpo. Al llegar a la entrada del gimnasio comencé a observar que en el interior habían colocado una gran cantidad de flechas y que cada vez que caminaba directo a los vestuarios sentía que estas me seguían, daba la sensación de que con tanta flecha me sentía como un coche que tiene un tramo fijado hasta llegar a su destino. Este hecho me sorprendió para bien, puesto que el gimnasio en cuestión en esa materia demostró una gran organización para evitar colapsos.
Al llegar al vestuario podía contabilizar a las personas con los dedos de una mano, concretamente éramos tres y cada uno estábamos situados estratégicamente en una punta y nada más cambiarme acudí a la sala en la que habitualmente ejercito el cuerpo, el número de personas seguía siendo reducido. Sinceramente estuve ‘acongojado’ porque me esperaba una gran cantidad de gente acudiendo tras el periodo del confinamiento y sin embargo contra pronóstico la calma imperaba por los alrededores. La sala en la que me ejercitaba había cambiado drásticamente y si por poner un ejemplo antes había 60 máquinas ahora el número era reducido a la mitad, pero muy bien colocadas para que apenas se notase el vacío y al mismo tiempo cumpliéramos todos con la distancia de seguridad.
Otro ‘actor protagonista’ que encontré en el gimnasio era el gel hidro alcohólico ya que cada 10 metros siempre se podía encontrar un dispensador o el spray que lo contenía. Lo más enigmático de todo este acontecimiento estaba en que el resto de las salas que había en el gimnasio estaban el resto de las maquinarias que había dentro de la sala en la que me suelo ejercitar. Desde luego que lo vi todo muy bien organizado y en confianza os diré que es un lujazo acudir a un sitio en el que no haya avalancha de personas acudiendo como antes del periodo del confinamiento.
Dentro de los acontecimientos importantes está el haberme podido reencontrar con mi amigo ‘Ritxar’ el cual fue el que os cito más arriba, quien me avisó de la futura reapertura del recinto. Reconozco que me agradó verle después de tanto distanciamiento forzado con esto del Coronavirus y tras únicamente habernos relacionado estos meses vía telefónica ya sea por vía voz o WhatsApp. Aunque pareciese una anécdota más considero que es una para recalcar y más cuando es alguien que mantengo hoy en día una vez finalizados los estudios. Las impresiones que tuve toda la semana del 15 fueron muy similares, apenas hubo variación en el número de personas que acudimos a las instalaciones y aunque el mundo del gym parezca monótono porque algo rutinario para muchos puede no gustar, bendita monotonía, ¡Cuánto la echaba de menos!
Puedes leer el ‘Memorias de un confinado’ anterior, ‘Un verano anormal’, haciendo ‘click’ aquí.
Artículo de Jonathan Turrientes recogido del medio de comunicación Tribuna Libre