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Memorias de un confinado: La grata revelación final

El último artículo de ‘Memorias de un confinado’ se realiza fuera del Estado de Alarma, pero quiero que sirva como desenlace a este ciclo de artículos-memorias que hoy pone punto final a esta larga experiencia que tuvo su inicio en el periodo del confinamiento. ‘Prolegómenos’, ‘Gamer por Casualidad’, ‘Musiqueando with Spotify’ y ‘Un verano anormal’ son los anteriores artículos-reflexiones que he ido escribiendo semana tras semana y hoy pondré la guinda a este pastel llamado ‘Memorias de un Confinado’ con: ‘La grata revelación final’. Espero que sea de vuestro agrado y que no tenga que volver a escribir sobre este tipo de reflexiones para hacer un Memorias de un confinado 2.0., eso será señal de que en España habremos dejado atrás el Coronavirus.

El tema que abordo en este último ‘Memorias’ viene relacionado con una grata noticia que me contó un viejo amigo y excompañero de Universidad el pasado 10 de junio. El acontecimiento trataba sobre la reapertura del gimnasio en el que estoy apuntado. Un lugar que llevaba meses cerrado a causa del confinamiento y el Estado de Alarma pero que finalmente volvió a su actividad el día 11 tras decretarse en días anteriores la fase tres en el País Vasco, donde resido. Es cierto, que con anterioridad se podía ejercitar en plena calle haciendo footing además de que en la fase 2 ya se podían encontrar gimnasios habilitados en los que se permitía la asistencia mediante cita previa y con limitaciones de aforo dentro de sus instalaciones, PERO en el mío situado en el Campus de la UPV/EHU de Leioa no se podía acudir hasta la fecha que menciono en líneas superiores y hasta que no se ha podido asistir, he permanecido ‘enclaustrado’ en casa esperando a su futura reapertura.

Desde que comencé hace unos cuantos años en ese mismo gimnasio, mi fidelidad a ellos ha sido incondicional puesto que es un lugar cómodo y acogedor en el que la cercanía que transmiten sus monitores más las grandes instalaciones que tienen eran motivos más que suficientes como para permanecer ahí una vez finalizados los estudios de Periodismo el pasado año. Sólo le pongo una pega, que para desplazarme tenga que utilizar el transporte público o privado, de todas formas, siempre he dicho que cuando te encuentras bien en un sitio, ¿para qué cambiar de lugar? Antes de retornar al gimnasio para retomar los ejercicios habituales, opté por pesarme en la WII Balance Board que tengo en mi casa porque la curiosidad de saber cuánto había engordado en estos meses estaba presente. Nada más utilizar este aparato para pesarme descubrí que engordé casi 6kg. Para unos serán muy ‘poquitos’ kilos dentro de la situación en la que nos hemos encontrado, para otros, toda una barbaridad. Si hay algo que tengo claro es que nunca lloverá a gusto de todos, aunque a mi modo de verlo opto más por la segunda opción.

La semana del día 15 fue acudí a mi gimnasio de cabecera con unas inmensas ganas de recuperar el tiempo perdido y también con la intención de bajar esos kilos ganados que pesan y mucho. Es lo que tiene haber estado todo el confinamiento: comiendo en exceso, la falta de movimiento en forma de paseos y en todo este periodo además por la ausencia de ejercicio físico en mi vida porque escribir artículos y jugar a la consola precisamente no fortalecen al cuerpo. Al llegar a la entrada del gimnasio comencé a observar que en el interior habían colocado una gran cantidad de flechas y que cada vez que caminaba directo a los vestuarios sentía que estas me seguían, daba la sensación de que con tanta flecha me sentía como un coche que tiene un tramo fijado hasta llegar a su destino. Este hecho me sorprendió para bien, puesto que el gimnasio en cuestión en esa materia demostró una gran organización para evitar colapsos.

Al llegar al vestuario podía contabilizar a las personas con los dedos de una mano, concretamente éramos tres y cada uno estábamos situados estratégicamente en una punta y nada más cambiarme acudí a la sala en la que habitualmente ejercito el cuerpo, el número de personas seguía siendo reducido. Sinceramente estuve ‘acongojado’ porque me esperaba una gran cantidad de gente acudiendo tras el periodo del confinamiento y sin embargo contra pronóstico la calma imperaba por los alrededores. La sala en la que me ejercitaba había cambiado drásticamente y si por poner un ejemplo antes había 60 máquinas ahora el número era reducido a la mitad, pero muy bien colocadas para que apenas se notase el vacío y al mismo tiempo cumpliéramos todos con la distancia de seguridad.

Otro ‘actor protagonista’ que encontré en el gimnasio era el gel hidro alcohólico ya que cada 10 metros siempre se podía encontrar un dispensador o el spray que lo contenía. Lo más enigmático de todo este acontecimiento estaba en que el resto de las salas que había en el gimnasio estaban el resto de las maquinarias que había dentro de la sala en la que me suelo ejercitar. Desde luego que lo vi todo muy bien organizado y en confianza os diré que es un lujazo acudir a un sitio en el que no haya avalancha de personas acudiendo como antes del periodo del confinamiento.

Dentro de los acontecimientos importantes está el haberme podido reencontrar con mi amigo ‘Ritxar’ el cual fue el que os cito más arriba, quien me avisó de la futura reapertura del recinto. Reconozco que me agradó verle después de tanto distanciamiento forzado con esto del Coronavirus y tras únicamente habernos relacionado estos meses vía telefónica ya sea por vía voz o WhatsApp. Aunque pareciese una anécdota más considero que es una para recalcar y más cuando es alguien que mantengo hoy en día una vez finalizados los estudios. Las impresiones que tuve toda la semana del 15 fueron muy similares, apenas hubo variación en el número de personas que acudimos a las instalaciones y aunque el mundo del gym parezca monótono porque algo rutinario para muchos puede no gustar, bendita monotonía, ¡Cuánto la echaba de menos!

Puedes leer el ‘Memorias de un confinado’ anterior, ‘Un verano anormal’, haciendo ‘click’ aquí.

Artículo de Jonathan Turrientes recogido del medio de comunicación Tribuna Libre

Memorias de un confinado: un verano anormal

Desde el 20 de junio estamos en verano y como bien sabéis no es un verano ‘normal’, estamos en el verano de la ‘nueva (a)normalidad’, un término que me parece irrisorio por no decir otra cosa mayor, pero como este ciclo de reflexiones llamadas ‘Memorias de un Confinado’ tiene como finalidad sacar aspectos positivos que se hacen o han hecho dentro del Estado de Alarma, prometo no sacar sapos y culebras con el ‘Memorias’ de hoy.

Este verano como bien os digo, no será un verano más en el que todos podamos acudir a: viajes al extranjero o pueblos que estén fuera de nuestras comunidades autónomas, al menos por el momento y por ese motivo, considero que el hermanamiento entre compatriotas debe ser esencial para que entre todos nosotros podamos salir delante de este fatídico periodo en el que tantos muertos hay a causa del Covid-19. La nueva normalidad en este verano espero que sirva como lado positivo para que los españoles y los residentes de buena fe que habitan aquí, entre todos nos ayudemos los unos a los otros porque como bien sabéis en esta sociedad globalista podemos encontrar más egoísmo puro que la solidaridad colectiva entre nosotros y por ese motivo una vez que se pueda viajar os pido a cada uno de los que me estáis leyendo a que consumáis producto español, acudáis a locales ubicados en España y que si tenéis las posibilidades económicas de salir fuera, disfrutéis de vuestras vacaciones dentro de nuestro país, .

Se lo debemos a cada ciudadano solidario que ha dado su vida por nosotros ya sean sanitarios o de las Fuerzas de Seguridad del Estado y también a cada pequeño y mediano comercio que nos ha abastecido para que en este tiempo de penurias obtengamos el mejor servicio posible y cómo no, también a grandes almacenes como Zara y a su magnífico dueño Amancio Ortega por realizar en estos periodos por sacrificar su economía en favor de los españoles. Cada uno de estos que acabo de citar considero que merecen ser homenajeados de la mejor manera posible, en unos casos siendo cautelosos para evitar enfermar en un futuro y en otros, comprando y consumiendo en sus respectivos negocios.

Lo que queda de junio será posiblemente unas fechas de transición en las que no vamos a poder disfrutar de los momentos de ocio que tendríamos en otra situación, pero espero que sirva a su vez para que apelemos más al hermanamiento entre paisanos. Ese pequeño negocio en el que el panadero ha estado a nuestro servicio arriesgando su salud o en el que un local de hostelería decide renunciar libremente a partir de la Fase 1 y 2 por miedo a que dentro de su lugar de trabajo acaben habiendo futuros contagiados merecen una condecoración y esa debe ser la de premiarles con una sonrisa, una carantoña y consumiendo dentro de sus establecimientos.

Siempre lo he dicho y siempre lo diré que en un mundo repleto de egoístas dentro de la Unión Europea lo que debemos hacer es aunarnos todos porque España es una gran nación gracias a los españoles y a todos aquellos que vienen para sumar poniendo de su parte para que volvamos a ser esa nación grande, solidaria y de prestigio que hemos sido años atrás. Comenzó un verano anormal, pero al mismo tiempo será una fecha para enmarcar por la solidaridad y la alianza que habrá entre españoles.

Puedes leer el ‘Memorias de un confinado’ anterior, ‘Musiqueando with Spotify’, haciendo ‘click’ aquí.

Artículo de Jonathan Turrientes recogido del medio de comunicación Tribuna Libre

Memorias de un confinado: la sociabilidad virtual

Si algo está provocando este ‘confinamiento’ (ya no lo estamos tanto, pero lo seguiré catalogando así por el título principal de mi espacio de ‘memorias’) es que las redes sociales se vuelvan algo esencial para poder sociabilizarnos. Los videojuegos y los paseos en soledad con o sin mascota, con o sin Spotify están bien pero el ser humano, tiene la necesidad imperiosa de relacionarse porque a consecuencia de esta capacidad contamos con una serie de vivencias: sentimentales, amorosas o erótico-festivas que marcarán por siempre nuestro ciclo vital.

Las redes sociales hacen que el contacto físico que no podemos tener en la actualidad, debido al motivo antes mencionado, lo alcancemos de manera virtual para poder entablar conversaciones de carácter privado o profesional, ya sea con gente que conocemos personalmente o no, todo depende del desparpajo de cada uno. En mi caso, ha sido un popurrí de situaciones, aunque las que han predominado y predominan tienen que ver con las concernientes con el ámbito ‘profesional’: entablar charlas y más charlas relacionadas con el mundo de la política con gente de todo tipo, tratar con diversos directores de medios para que me publiquen mis escritos en sus medios digitales y también sacando tiempo para administrar el grupo de Facebook que creé hace unos años cuyo nombre es Minuto Crucial.

Las charlas habitualmente son: con otros periodistas, con gente vinculada al mundo de la política, (¿Qué raro no?) y en menor medida, con las amistades que realmente considero amistades en mayúsculas ya vivan cerca o lejos, por lo demás, tengo que confesaros que en este periodo de confinamiento me he vuelto pasota por antonomasia. La sociabilidad, aunque la considere necesaria esta etapa del confinamiento que te hace pasar del blanco al negro de manera tan radical hace que te vuelvas entre más antisocial por la falta de conversación ‘face to face’ y cuando digo ‘face’ digo cara en inglés, no fase de Facebook ¡qué nos conocemos!

Como ejemplo de charlas políticas voy a citar a Alfonso Aznar, un amigo que tengo en Facebook que es a su vez miembro del Consejo Político de UPyD y al que me encanta comentar sus posts siempre que puedo. Sus publicaciones en esa red social suelen ser entre ‘cañeras’ y ‘plagadas de sentido del humor’ y cuando no, son una amalgama de ambas. Por ‘privado’ me encanta debatir con él sobre temas políticos puesto que, aunque sea un hombre muy perseverante es alguien con el que se puede hablar y que al mismo tiempo no demoniza a los partidos por lo que dicen los medios de comunicación o de los que siguen la línea que marque el partido al que pertenece, todo lo contrario, se muestra racional en cada momento en el que se posiciona sobre un determinado tema, algo que no podría decirse de muchas de las personalidades que pertenecen al ‘gremio’ de la política ya que en la gran mayoría de los casos: si eres de ‘X’ partido e ‘Y’ es el enemigo de ‘X’, estos acaban insultando a ‘Y’ para contentar a otros ‘X’ como él, para así avanzar en la escala política.

De este ‘gremio’ los he conocido unos cuantos, y la verdad que mi querido ‘Mr Ansar’ como así le llamo cariñosamente, no es de esos y seguramente por esa razón, en estos meses de amistad que llevamos vía redes, le haya cogido tanto cariño porque como él no hay dos. La política de cháchara con hombres como ‘Ansar’ se me hace más llevadera puesto que siempre que cotilleo sus posts la sonrisa me sale automáticamente y cuando él activa su modo emoticono de ‘cara sudorosa’ ya la carcajada se puede escuchar en su Madrid natal. Personalmente tengo que decir que más políticos como él tendría que haber en nuestro país, seguro que nos iría mejor.

Sin lugar a duda, la sociabilidad virtual tiene sus pros y contras, mentiría si digo que todos son positividades, pero prefiero quedarme con las buenas anécdotas como la que os he traído en vez de narrar los oscuros que hay en ella porque para situaciones negativas ya tenemos en nuestras vidas un virus que ha matado a casi 30.000 personas. Espero que este sea uno de los últimos ‘Memorias de un confinado’ que realizo, esa será señal de que el Estado de Alarma ha finalizado.

Puedes leer el ‘Memorias de un confinado’ anterior, ‘Musiqueando with Spotify’, haciendo ‘click’ aquí.

Artículo de Jonathan Turrientes recogido del medio de comunicación Tribuna Libre

Memorias de un confinado: musiqueando with Spotify

Bueno, ahora que aquí tenemos la oportunidad de poder salir de nuestro domicilio habitual en unas horas preestablecidas con motivo de la desescalada decretada por el Gobierno, voy a abordar en este ‘Memorias de un confinado’ un tema que es a su vez, un hobby particular que tengo y el que os invito a realizar durante estos días: escuchar música mediante el Spotify, que para quien no lo sepa se trata de una plataforma que sirve para reproducir las canciones de nuestros grupos y/o artistas favoritos.

La música es uno de los hobbies más sanos que existe y al mismo tiempo como dice el dicho, amansa a las fieras.  Siempre he escuchado muchos estilos musicales, pero al mismo tiempo siempre me identificaba con uno concreto, el rap. Lo bueno que tiene este género es que te sirve para transmitir todo tipo de sentimientos y/o estados anímicos en general; amor, dolor, odio, soledad y nostalgia entre otros y hablando de sentir, en mi época de adolescente hice mis pinitos creando mis propias composiciones raperas por todo lo que me transmitía esta tipología musical y aunque ahora haya cambiado algunos ‘hábitos’ o ‘manías personales’ que tenía antaño, en la actualidad contando en mi DNI con la edad de Jesucristo, aún me sigo identificando con esta música aunque hoy en día tan sólo me dedique a escucharla.

Volviendo al Spotify, para los que no lo tengáis en vuestros móviles u ordenadores os recomiendo esta aplicación encarecidamente. Es un gran invento que en estos momentos sirve para compaginar con las escapadas temporales que podamos hacer en este periodo de Estado de Alarma. No hay nada mejor que salir a la calle y al mismo tiempo ponernos un poquito de nuestra música favorita dentro de las horitas que se nos permite salir al exterior. Lo bueno de esta plataforma está en que te ahorra el proceso de ir poniendo y quitando canciones como así teníamos que hacer con los mp3 o mp4 de turno, el mp5 como ni tan siquiera llegó a mi vida, ni lo contabilizo como artilugio existente.

Además, el Spotify, es también una aplicación interesante para los estudiantes. Aún recuerdo horas antes de hacer un examen el cómo acudía a un lugar apartado del campus de la UPV/EHU de Leioa para poder concentrarme y por ende para estudiar. El sitio era amplio; con mucha vegetación y también árboles, aunque en menor cuantía y en la lejanía del paisaje, se podía apreciar agua, desconozco si era un lago o un río, pero lo que sí que puedo afirmar con rotundidad es que era un sitio confortable para pasar momentos de relax, incluso para reflexionar o desconectar, también válido para echarte una buena siestecita, si así uno lo considerase oportuno. El paisaje en conjunto con la música hacía de ese idílico lugar el paraíso de la tranquilidad.

Concretamente, dentro de ese espacio me encantaba ubicarme debajo de un árbol al cual lo ‘bauticé’ como el ‘árbol de la vida’, el motivo de este apelativo es que era uno de los árboles que más destacaba, al menos desde mi campo de visión y que por ende me servía para anexionarme con la naturaleza. Además, como anécdota tengo que añadir que en los alrededores de ese mismo paraje era justo dónde me tumbaba para mis momentos de relax, al que acudía para estudiar horas antes de un examen.

En definitiva, he de confesar que ese sitio se volvió mi bunker particular desde que comencé el tercer año de carrera, una época que provocó un antes y un después en mi vida estudiantil tras llegar a ‘descubrir’ de pura casualidad ese maravilloso lugar.

Puedes leer el ‘Memorias de un confinado’ anterior, ‘Gamer por casualidad’, haciendo ‘click’ aquí.

Artículo de Jonathan Turrientes recogido del medio de comunicación Tribuna Libre

Memorias de un confinado: gamer por casualidad

El confinamiento ha servido para que rememore momentos pasados de mi niñez y adolescencia en los que ostentaba una vinculación especial con el mundo de los videojuegos. La primera etapa se produjo en mi vida a los 8 años y por medio del título Street Fighter, el típico juego de lucha que arrasaba entre finales de los años 80 y principios de los 90 en España y que lo podíamos encontrar en muchas de las máquinas recreativas frecuentadas en los bares existentes en nuestro país por aquel entonces. Todo un juegazo que aún lo recuerdo como si fuera ayer y que cómo anécdota os relato que a la cuarta me lo pasé eligiendo de personaje al karateka Ryu y que como desenlace del juego había que luchar contra el capitán Mr.Byson. Cada combate, me creaba un cúmulo de estados que me hacían adentrarme en cada batalla, ya que las luchas eran al mejor de tres ‘rounds’ y no contra todos era un camino de rosas.

En unas ocasiones, la dificultad dependía de si jugaba contra la computadora o el número de nivel en el que estaba esta en ese momento dentro del juego y en otras, dependía de según la destreza que tenía la persona contra la que jugaba. Mis victorias en el Street Fighter no siempre eran tan contundentes, de hecho, alguna de ellas he de reconocer (las muy pocas) que las ganaba o por fuera de tiempo o contando con una raya milimétrica de vida. En resumen, este juego era a mi juicio, de lo mejorcito de la época y con el que te podías enganchar con gran facilidad.

Por su parte, la segunda etapa en la que coqueteé con el mundo de los videojuegos fue en mi adolescencia y con la aparición estelar de la consola PSX o lo que es lo mismo, la primera Playstation que aterrizó en España de la mano de Sony. Aunque surgió en nuestro país a finales de los 90, yo no pude disfrutarla hasta el año 2000, pero cuando comencé a jugar las primeras veces con ella, el ‘mono’ por esta máquina se volvió adictivo tanto como lo podía ser un cigarro para una persona fumadora.

Hubo dos sagas de videojuegos que me marcaron especialmente: la primera el Broken Sword y la segunda la de Tomb Raider que tenía como protagonista a la aventurera Lara Croft. Este último, poseía una gran cantidad de títulos tanto para la PSX como para las consolas posteriores que llegaron a nuestra vida con el devenir de los años. Incluso en la actualidad, tiene juegos para la PS4 que gustan mucho a los que los han jugado. A partir de que pasé la barrera de los 25 años de edad, mi pasión por los videojuegos comenzó a decaer y me centré exclusivamente en los temas académicos además de sentir también curiosidad por otro tipo de hobbies nada que ver con estos mundillos… hasta que apareció en escena el Coronavirus dichoso y por ende el Estado de Alarma que traería consigo el confinamiento, algo que causó en mí que buscase algún tipo de distracción para que los días no se me volvieran tan monótonos como deprimentes.

Con el aislamiento impuesto este, me planteé retomar el jugar a la consola PS4, que es precisamente la que tengo en mi casa. Dentro de los títulos que tenía en mis baldas para iniciar este tercer periodo me dispuse a comenzar por la saga de los Uncharted. De hecho, tenía en mi poder los tres primeros en un disco que, aunque fuesen de PS3 sacaron su adaptación para la PS4 y cada juego, aunque cueste creerlo, me lo pase aproximadamente a los 5 días, eso sí, metiéndole como podréis imaginar: horas y más horas con pequeños descansos cada cierto tiempo. Pero es que es normal, cuando no sales a la calle, en algo tienes que invertir tu tiempo y ¿Qué mejor que hacerlo con un viejo hobby? El protagonista de la saga es Nathan Drake y tras pasarme esos tres, me dispuse a jugar al Uncharted 4 y el 5 de esta misma saga. El 5 contaba con una particularidad, las protagonistas de la historia eran la amiga y compañera de Nathan y una de las enemigas del aventurero que estaban condenadas a entenderse para lograr sus respectivos objetivos. Desde el primero hasta el último me engancharon, los gráficos, las tramas y la argumentación, en general me resultaron los Uncharted de sobresaliente.

Tras finalizar esta saga me decanté por jugar al Spider-Man ya rondando la segunda semana casi tercera del confinamiento, pude comprobar que los gráficos que presentaba este juego eran para quitarte el hipo ya que parecía que cada vez que te colgabas o balanceabas con Spider-Man lo hacías de primera mano por el realismo que presentaba todo. Incluso uno mismo, podía sentirse un turista dentro de la historia puesto que podías visitar las diferentes zonas de la ciudad de Manhattan, era como hacer turismo desde tu propia casa. El Spider-Man fue divertido y entretenido y tardé en pasármelo unos cuantos días más que el Uncharted porqué claro, tenía una mayor jugabilidad y misiones secundarias algo que le daba más vidilla e intensidad al asunto.

Posteriormente vino el Detroit que era prácticamente como una película en el que tú decidías el futuro de los protagonistas, otro juegazo más que me enganchó por el argumento, en el que te hacían ver que los robots tenían mayor sensibilidad que los seres humanos, este le recomiendo especialmente para todos los amantes de los juegos en los que tú marcas el destino de los protagonistas de la historia.

Y el último juego al que he jugado desde que comenzó el confinamiento hasta ahora es uno que se llama The last of us, para los que les guste el miedo y la argumentación un muy buen título para tener entre nosotros, eso sí es para mayores de 18 así que… Lo más seguro es que los siguientes a los que juegue sean de la saga de Batman (tengo los 3 de la saga Arkham) y si todo sale bien, espero que sean los últimos a los que tenga que jugar ‘obligatoriamente’ a causa de este confinamiento impuesto por las circunstancias.

En definitiva, este periodo de aislamiento forzado me ha servido para redescubrir mi faceta gamer de pura casualidad, la cual tenía un poco obsoleta y que me ha hecho recordar a su vez, lo viciado que era en mi niñez y adolescencia con el tema de los videojuegos. Es más, como anécdota os recordaré que hubo un periodo puntual, que de verme tanto en las máquinas recreativas, alguno que otro con él que jugaba las mismas, me puso de sobrenombre ‘vicius’ porque no había día que después del colegio faltara con mi cita a este tipo de pasatiempo lúdico.

Puedes leer el ‘Memorias de un confinado’ anterior, ‘Prolegómenos’, haciendo ‘click’ aquí.

Artículo de Jonathan Turrientes recogido del medio de comunicación Tribuna Libre

Memorias de un confinado: prolegómenos

El confinamiento agota y mucho tras más de tres semanas encerrados en nuestra casa con motivo del maldito Coronavirus, especialmente lo padecemos todas las personas que estamos acostumbradas a estar fuera de casa a unas determinadas horas. En unas ocasiones a consecuencia del trabajo y los que lo tienen, porque no todo el mundo cuenta con esa la posibilidad en otras por las diversas actividades extra laborales o lúdicas que hacemos en unas horas concretas.

Unos, por ejemplo, tienen el ‘mono del gimnasio’, el primero quien escribe estas líneas, otros buscan desconectar de sus quehaceres paseando por el monte. Tampoco faltan aquellos que con asiduidad acuden a bares para reunirse con sus amistades o simplemente los fans del paseíto matutino o de nocturnidad. Todos los casos que he mencionado, tenemos un punto en común, el estrés y el agobio de no poder salir cuando siempre contábamos con una hoja de ruta de la cual estábamos en mayor o en menor medida satisfechos para escaquearnos de nuestras casas porque al fin y al cabo la gente, por norma general es sociable por naturaleza.

En este mismo momento, siento envidia sana o enfermiza según el día y la hora para que nos vamos a engañar, de esos casos puntuales que son personas solitarias y encerradas en sus casas de manera permanente. Ya que muchos de estos, no cuentan con ese ‘mono’ de salir que tenemos los demás y claro está que, psicológicamente hablando, cuentan con muchos más recursos que el resto para permanecer tranquilos, ya que quien ama la soledad o su rutina de quedarse eternamente en su domicilio no extraña la libertad de salir a la calle.

No dudo de que habrá casos puntuales de ‘encerrados fijos’ que también tengan sus momentos de bajón a causa del confinamiento, al fin y al cabo, excepciones siempre las habrá de todo tipo, pero si preguntamos uno a uno a cada persona acostumbrada a hacer vida de ermitaño cómo es su situación desde que el Gobierno decretó el confinamiento vía Estado de Alarma, más de uno de este target lo acabará viendo como un día más en sus vidas.

‘Memorias de un confinado’ es una serie de artículos que comienzan con el primero publicado en el día de hoy en el que relataré los pensamientos que tengo y las soluciones que doy para evitar el aburrimiento y otras muchas cosas más que, a unos podrán gustar mientras que para otros mis palabras seguramente sean pura chapa de periodista que está confinado en casa y que no sabe qué otra cosa hacer para pasar sus momentos de confinamiento.

Para todos aquellos los que os habéis leído este primer artículo-memorias, mil gracias y espero que este y los próximos que vengan sean de vuestro agrado, para los que no, pues mil disculpas y gracias igualmente por tener la molestia de leeros este primer ‘capítulo’. Yo desde luego, intentaré aportar mi granito de arena tanto para mis lectores fieles (los cuales desconozco cuantos son) cómo para el medio Tribuna Libre el cual me ofreció un 7 de julio del año 2019 la posibilidad de poder colaborar con ellos tras graduarme en periodismo un mes antes.

Artículo de Jonathan Turrientes recogido del medio de comunicación Tribuna Libre

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